domingo, 2 de septiembre de 2012

El álbum de fotos


EL ÁLBUM DE FOTOS

E
ra una casa enorme, terriblemente desangelada y siniestra. Yo nunca quise vivir en ella pero siempre permanecí  en la misma lúgubre vivienda. Los pocos ventanales unidos a los escasos rayos de sol que la alumbraban,  hacían que la oscuridad y la frialdad fuera el    rasgo más significativo que inundaba la casa.
Tenía 3 plantas, la última de ellas una guardilla. La mayoría de los 12 cuartos fueron desconocidos para mí. Nunca supe por qué viví en una casa tan grande, apartada de la civilización y de la vida.
Todas las noches ocurría lo mismo. Oía voces. Siempre estaban ellos jugando, corriendo  por el suelo de madera y no me dejaban dormir. Tenía tanto miedo que no podía levantarme, que ni tan siquiera tenía valor para abrir los ojos, para despertarme y comprobar qué ocurría, quienes eran esas misteriosas personas que ocupan mi casa y no me dejan descansar, dormir, soñar.
Pero tenía pavor, un inmenso terror a descubrir, a que me descubrieran, a que pudieran hacerme algo, a que en definitiva acabaran conmigo y con m i vida. Esa noche había vuelto a escuchar  voces de niños, parecía que estaban felices. También había personas mayores que discutían acaloradamente, aunque no entendía muy bien de qué o por qué. Alguien se había marchado y noté el golpe de la puerta al cerrar.
No sé qué ocurría, no sé qué me ocurría, no sé por qué me ocurría a mí. Había muchas casas, alguna de ellas deshabitadas y habían elegido ésta. Por qué sería. Seguía teniendo miedo, me daba pánico abrir los ojos  y seguía encerrado en el cuarto. Tapaba mis oídos con las manos y me cubría con las sábanas, pero aún así el ruido que hacían era insoportable.
Tenía  que subir, no podía  esperar más. Al día siguiente, cuando ya cesasen los ruidos, subiría y descubriría el misterio que entrañaba  esta gente, estas voces que escuchaba, que eran reales y no unas meras pesadillas.
Mientras, continuaba tapado como todas las noches,  escuchaba como primero se marchaban los niños para posteriormente hacerlo los mayores. El silencio me hacía recobra la vida, la alegría, la seguridad en mí mismo. Disfrutaba de los pocos momentos de sigilo como si de un preciado tesoro se tratara, pero desgraciadamente poco era el tiempo que tenía para disfrutar del descanso. Debía de levantarme y continuar encerrado en esta inmensa vivienda sin nada que hacer. Ya no era tiempo de dormir y si de vivir.
Ese día aprovechando que ya se había marchado, quise subir a esa guardilla, a esa planta de arriba, a la que nunca había entrado, que siempre permaneció cerrada y que no sabía que misterio escondía o que terrible historia de espíritus y otros seres malvados iba a descubrir o cual era la razón por la que allí se encontraban todos los días.
La escalera que daba paso a la guardilla era de madera ya carcomida por el paso del tiempo y la acción de las termitas. Existía algún escalón agujereado por esta plaga de bichos y no existía barandilla, ni tan siquiera un pasamanos donde agarrarse. Comencé a ascender con sumo cuidado los 7 escalones que daban acceso a una pequeña trampilla. Mi respiración jadeante y los nervios,  hacían que los sudores fríos recorrieran mi cuerpo. A pesar del terror a lo desconocido,  eran superiores las ganas y la curiosidad que sentía por descubrir lo que allí había encerrado.
Empujé fuertemente con mis manos la trampilla cuadrada, pero estaba demasiado dura. Daba la sensación de que nadie la había abierto nunca. Un segundo empujón y por fin conseguí desprenderla.. Asomé  mi cabeza con timidez abrí los ojos y allí no había nadie. Sorprendentemente todo estaba recogido. Una mesa, unas sillas rodeándola, una televisión y un sofá. Todo parecía extraordinariamente moderno. La televisión tan fina que se podía incluso colgar como si de un cuadro se tratara, una lámpara con aspas cuan ventilador, y un pequeño ordenador. Daba la sensación de que estaba viajando al futuro.
Encima de la mesa encontré un álbum de fotos abierto. Tenía miedo de verlo. Ahí encontraría toda la información que quería conocer. Allí estarían ellos. Por fin iba a saber quiénes eran aquellos seres que me acompañaban todas las noches. Serían extraterrestres, vendrían del futuro. Todas estas cosas que tenían y que a mí me resultaban desconocidas.
Con gran valor miré el álbum. Estaba abierto en una de las últimas páginas del mismo. Era sorprendente descubrir unas fotos de unas niñas preciosas, rubias con el pelo rizado, idénticas y con un color luminoso. Era un maravilloso descubrimiento el de la fotografía en colores, yo sólo había podido verlas en blanco y negro. No sabía que ocurría, estaba viajando al futuro o es que yo era pasado. Esas niñas me resultaban familiares. No parecían venidas de otro mundo, simplemente estaban a color pero eran normales, como yo, eran unas mellizas preciosas.
Comencé a pasar las hojas hacia atrás. Las fotos seguían siendo en color, las niñas eran más pequeñas casi recién nacidas y los padres, una joven pareja, rubia ella, moreno él, muy felices por haber tenido a sus gemelas. Imaginé que se podría tratar de esta familia. O del espíritu de la misma. Quizás tuvieron un terrible accidente y fue tal la desolación y el dolor que quisieron seguir presentes. Pero porqué en esta casa, por qué las fotos en color. Había algo que no encajaba.
Seguí el recorrido a la inversa del álbum y la joven madre de pelo rubio y una belleza sin igual pasó a ser una linda niña adolescente. Continuaba el recorrido al pasado a través del álbum y comprobé cómo el color había desaparecido y la adolescente ya aparecía  como una niña de no más de 10 años acompañada de su madre….
¡! OH DIOS MÍO!!  Pero su madre es...MI MUJER, mi querida esposa. No entiendo nada, ¿¿qué está ocurriendo??
Cada vez tenía más miedo .Estaba descubriendo el futuro y viviendo el pasado. No me atrevía a continuar pasando hojas, retrocediendo en la vida. Todo era demasiado real e increíble. Aún así saqué fuerzas de flaqueza y comprendía que aquello que estaba viendo era mi familia, mi vida. Aquellas pequeñas gemelas eran mis nietas, aquella joven rubia era mi adorada hija y la última foto era mi amada mujer. ¿Pero dónde estaba yo, que había sido de mi vida?
Volví a retroceder otra hoja más. La foto tenía unos tonos sepia y en ella se apreciaba a mi mujer con una niña recién nacida en una clínica. Dónde estaba yo? Estaría haciendo la foto? Sería nuestra hija, aunque no recuerdo haber tenido hijos.
Mis manos cada vez más temblorosas difícilmente podían pasar las 2 últimas hojas del álbum de fotos. Con temor fui desplegando una nueva hoja. Se adivinaba a mi mujer en avanzado estado de gestación con un rostro terriblemente apenado, una mirada perdida y una aflicción difícilmente descriptible con palabras.
 Y en la última foto, la primera del álbum aparecía una esquela y una foto al lado (la mía).  James Colliers falleció a la edad de 25 años en un trágico accidente de circulación. Su familia, mujer e hija venidera ruegan una oración por su alma. Descanse en paz. 3 de abril de 1979
Abril de 2009. La familia Colliers asegura haber sentido como el espíritu de un antepasado continua estando presente en la casa familiar. Afirman que  oyen ruidos debajo de su casa cuando duermen y es que un familiar desaparecido en trágicas circunstancias no parece quiera descansar en paz.

Oscar
He querido hacer una especie de versión doméstica de la idea de Amenábar en “los otros”, en la que el vivo en realidad ya no está físicamente y los muertos son personas reales y actuales o quizás llegue un punto en el que no sepamos diferenciar que es real y que imaginado, si somos carne o espíritu.

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