EL ÁLBUM
DE FOTOS
E
|
ra
una casa enorme, terriblemente desangelada y siniestra. Yo nunca quise vivir en
ella pero siempre permanecí en la misma
lúgubre vivienda. Los pocos ventanales unidos a los escasos rayos de sol que la
alumbraban, hacían que la oscuridad y la
frialdad fuera el rasgo más
significativo que inundaba la casa.
Tenía
3 plantas, la última de ellas una guardilla. La mayoría de los 12 cuartos fueron
desconocidos para mí. Nunca supe por qué viví en una casa tan grande, apartada
de la civilización y de la vida.
Todas
las noches ocurría lo mismo. Oía voces. Siempre estaban ellos jugando, corriendo
por el suelo de madera y no me dejaban
dormir. Tenía tanto miedo que no podía levantarme, que ni tan siquiera tenía
valor para abrir los ojos, para despertarme y comprobar qué ocurría, quienes eran
esas misteriosas personas que ocupan mi casa y no me dejan descansar, dormir, soñar.
Pero
tenía pavor, un inmenso terror a descubrir, a que me descubrieran, a que pudieran
hacerme algo, a que en definitiva acabaran conmigo y con m i vida. Esa noche había
vuelto a escuchar voces de niños, parecía
que estaban felices. También había personas mayores que discutían
acaloradamente, aunque no entendía muy bien de qué o por qué. Alguien se había
marchado y noté el golpe de la puerta al cerrar.
No
sé qué ocurría, no sé qué me ocurría, no sé por qué me ocurría a mí. Había
muchas casas, alguna de ellas deshabitadas y habían elegido ésta. Por qué sería.
Seguía teniendo miedo, me daba pánico abrir los ojos y seguía encerrado en el cuarto. Tapaba mis
oídos con las manos y me cubría con las sábanas, pero aún así el ruido que hacían
era insoportable.
Tenía
que subir, no podía esperar más. Al día siguiente, cuando ya cesasen
los ruidos, subiría y descubriría el misterio que entrañaba esta gente, estas voces que escuchaba, que
eran reales y no unas meras pesadillas.
Mientras,
continuaba tapado como todas las noches,
escuchaba como primero se marchaban los niños para posteriormente hacerlo
los mayores. El silencio me hacía recobra la vida, la alegría, la seguridad en
mí mismo. Disfrutaba de los pocos momentos de sigilo como si de un preciado
tesoro se tratara, pero desgraciadamente poco era el tiempo que tenía para
disfrutar del descanso. Debía de levantarme y continuar encerrado en esta
inmensa vivienda sin nada que hacer. Ya no era tiempo de dormir y si de vivir.
Ese
día aprovechando que ya se había marchado, quise subir a esa guardilla, a esa
planta de arriba, a la que nunca había entrado, que siempre permaneció cerrada
y que no sabía que misterio escondía o que terrible historia de espíritus y
otros seres malvados iba a descubrir o cual era la razón por la que allí se
encontraban todos los días.
La
escalera que daba paso a la guardilla era de madera ya carcomida por el paso
del tiempo y la acción de las termitas. Existía algún escalón agujereado por esta
plaga de bichos y no existía barandilla, ni tan siquiera un pasamanos donde
agarrarse. Comencé a ascender con sumo cuidado los 7 escalones que daban acceso
a una pequeña trampilla. Mi respiración jadeante y los nervios, hacían que los sudores fríos recorrieran mi
cuerpo. A pesar del terror a lo desconocido, eran superiores las ganas y la curiosidad que
sentía por descubrir lo que allí había encerrado.
Empujé
fuertemente con mis manos la trampilla cuadrada, pero estaba demasiado dura.
Daba la sensación de que nadie la había abierto nunca. Un segundo empujón y por
fin conseguí desprenderla.. Asomé mi
cabeza con timidez abrí los ojos y allí no había nadie. Sorprendentemente todo
estaba recogido. Una mesa, unas sillas rodeándola, una televisión y un sofá.
Todo parecía extraordinariamente moderno. La televisión tan fina que se podía
incluso colgar como si de un cuadro se tratara, una lámpara con aspas cuan
ventilador, y un pequeño ordenador. Daba la sensación de que estaba viajando al
futuro.
Encima
de la mesa encontré un álbum de fotos abierto. Tenía miedo de verlo. Ahí
encontraría toda la información que quería conocer. Allí estarían ellos. Por
fin iba a saber quiénes eran aquellos seres que me acompañaban todas las
noches. Serían extraterrestres, vendrían del futuro. Todas estas cosas que
tenían y que a mí me resultaban desconocidas.
Con
gran valor miré el álbum. Estaba abierto en una de las últimas páginas del
mismo. Era sorprendente descubrir unas fotos de unas niñas preciosas, rubias
con el pelo rizado, idénticas y con un color luminoso. Era un maravilloso
descubrimiento el de la fotografía en colores, yo sólo había podido verlas en
blanco y negro. No sabía que ocurría, estaba viajando al futuro o es que yo era
pasado. Esas niñas me resultaban familiares. No parecían venidas de otro mundo,
simplemente estaban a color pero eran normales, como yo, eran unas mellizas
preciosas.
Comencé
a pasar las hojas hacia atrás. Las fotos seguían siendo en color, las niñas
eran más pequeñas casi recién nacidas y los padres, una joven pareja, rubia
ella, moreno él, muy felices por haber tenido a sus gemelas. Imaginé que se
podría tratar de esta familia. O del espíritu de la misma. Quizás tuvieron un
terrible accidente y fue tal la desolación y el dolor que quisieron seguir
presentes. Pero porqué en esta casa, por qué las fotos en color. Había algo que
no encajaba.
Seguí
el recorrido a la inversa del álbum y la joven madre de pelo rubio y una
belleza sin igual pasó a ser una linda niña adolescente. Continuaba el
recorrido al pasado a través del álbum y comprobé cómo el color había
desaparecido y la adolescente ya aparecía como una niña de no más de 10 años acompañada
de su madre….
¡!
OH DIOS MÍO!! Pero su madre es...MI
MUJER, mi querida esposa. No entiendo nada, ¿¿qué está ocurriendo??
Cada
vez tenía más miedo .Estaba descubriendo el futuro y viviendo el pasado. No me
atrevía a continuar pasando hojas, retrocediendo en la vida. Todo era demasiado
real e increíble. Aún así saqué fuerzas de flaqueza y comprendía que aquello
que estaba viendo era mi familia, mi vida. Aquellas pequeñas gemelas eran mis
nietas, aquella joven rubia era mi adorada hija y la última foto era mi amada mujer.
¿Pero dónde estaba yo, que había sido de mi vida?
Volví
a retroceder otra hoja más. La foto tenía unos tonos sepia y en ella se
apreciaba a mi mujer con una niña recién nacida en una clínica. Dónde estaba
yo? Estaría haciendo la foto? Sería nuestra hija, aunque no recuerdo haber
tenido hijos.
Mis
manos cada vez más temblorosas difícilmente podían pasar las 2 últimas hojas
del álbum de fotos. Con temor fui desplegando una nueva hoja. Se adivinaba a mi
mujer en avanzado estado de gestación con un rostro terriblemente apenado, una
mirada perdida y una aflicción difícilmente descriptible con palabras.
Y en la última foto, la primera del álbum
aparecía una esquela y una foto al lado (la mía). James Colliers falleció a la edad de 25 años
en un trágico accidente de circulación. Su familia, mujer e hija venidera
ruegan una oración por su alma. Descanse en paz. 3 de abril de 1979
Abril
de 2009. La familia Colliers asegura haber sentido como el espíritu de un
antepasado continua estando presente en la casa familiar. Afirman que oyen ruidos debajo de su casa cuando duermen
y es que un familiar desaparecido en trágicas circunstancias no parece quiera
descansar en paz.
Oscar
He querido hacer una especie de versión doméstica de la idea de
Amenábar en “los otros”, en la que el vivo en realidad ya no está físicamente y
los muertos son personas reales y actuales o quizás llegue un punto en el que
no sepamos diferenciar que es real y que imaginado, si somos carne o espíritu.
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